jueves, 1 de julio de 2010

REMINISCENCIAS

Iniciamos las crónicas de la vida y milagros de Juana Peña y sus amigos, allá por el año 88, un domingo 24 de enero del siglo pasado. Eran tiempos tumultuosos que presagiaban aquello que dice que "lo que mal empieza mal acaba", lo que todo el mundo sabe pero no quiere saber. Que estas reminiscencias nos sirvan de reflexión, pues como dijo alguien que sabía de todo "la historia se repite en espiral" y aquí esto no se ha acabado.

En nuestro patio sigue predominando la voz de "radio Querosín", a pesar de las computadoras y demás yerbas aromáticas. La verdadera verdad del "qué es lo que es" se sabe en la calle. Montada en su "bucéfalo" Juana Peña va de un lado a otro de la ciudad observando matrimonios, entierros, fiestas de cumpleaños y una que otra manifestación y así poco a poco cuenta lo que cualquier otra "lengua mortal decir no pudo".

Los amigos de Juan Peña son en su mayoría gente pobre pero decente, "rabiprietos" del arrabal; no son personajes ficticios y cualquier parecido con la realidad no es casualidad. Sus días transcurren en un solo "tejemeneje" y un solo tira y jala buscando el pan. Todos andan a pie o en "diablo rojo", lo cual puede ser una ventaja hoy día ya que no tienen que preocuparse por ver donde se estacionan o porque le rompan los vidrios.

Hoy nos cuenta Juana Peña la muerte a tiempo del hijo de una amiga. Este siempre andaba por ahí buscando la forma de ganarse la vida, pero con tan mala suerte que siempre se metía en líos con unos y con otros. Esto al fin de cuentas vino a resolverle el problema, ya que no tuvo que pensar más en ganarse la vida, pues la perdió.

Todo terminó una noche. Ese lunes en vez de ir a buscar el pan con la plata ajena, salió con unos amigos a buscar unas "giales", cuando un tipo a quien él había bolseado el otro día lo alcanza a ver y sin pestañear para no espantarlo, con su filo le "midió el aceite". Todo fue tan rápido y en ese momento, de un solo golpe le quitó dos oportunidades al mismo tiempo: la continuar con su vida y/o arrepentirse de ella.

En el barrio todos se conmovieron con su muerte, lo lloraba su madre, sus hermanos, sus mujeres, aquellos que solo lo conocían de oídas, en fin "tutirimundi", pues da la casualidad que esa noche él no estaba haciendo nada malo, sólo cogiendo fresco con sus amigos. Todos comentaban la tragedia, la "sal del tipo" que el día que va a "flintear" se lo llevan en los cachos.

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